Hace apenas unos meses, Sora nos deslumbró con su capacidad para crear vídeos realistas a partir de texto.

Ahora, OpenAI da un paso más allá: su herramienta ya permite añadir personajes secundarios —animales, ilustraciones o avatares personalizados— dentro de las escenas.

Una función que expande las posibilidades creativas, pero también reaviva el debate sobre los límites éticos de la inteligencia artificial en vídeo.

De los cameos personales a todo un elenco digital

Cuando Sora debutó, una de sus características más llamativas fue la posibilidad de insertar tu propio cameo: una versión generada por IA de ti mismo para aparecer en tus creaciones.

Ahora, OpenAI amplía ese concepto con la llegada de cameos de otros personajes, que pueden ser mascotas, dibujos animados o juguetes, incluso con nombres y perfiles propios dentro de la aplicación.

Según la compañía, “cada personaje tiene sus propios permisos: puedes mantenerlo privado, compartirlo con tus seguidores o hacerlo público para toda la comunidad”.

En la práctica, esto significa que los usuarios podrán crear universos narrativos compartidos, reutilizando personajes como si fueran actores digitales.

Además, OpenAI estrenará una galería inicial de personajes predefinidos, lista para usar desde el primer momento.

La actualización también coincide con la esperada llegada de Sora a Android, tras varios meses de exclusividad en iOS.

Sin embargo, la app sigue siendo de acceso restringido mediante invitación, algo que probablemente se mantendrá durante un tiempo.

La generación de vídeo con IA sigue siendo muy costosa en recursos, y OpenAI parece querer evitar una avalancha de nuevos usuarios que saturen sus servidores.

Creatividad ilimitada, dilemas inevitables

La expansión de Sora refuerza su posición como el estándar creativo más avanzado en vídeo generativo, pero no todo son luces de neón y arte conceptual.

A medida que la IA se vuelve más convincente, el riesgo de desinformación y deepfakes aumenta.

OpenAI ha intentado mitigar este problema insertando una marca de agua visible de Sora en cada vídeo generado, aunque los expertos advierten que puede eliminarse fácilmente mediante recortes o filtros.

Lo irónico es que la misma tecnología que impulsa la imaginación colectiva también pone a prueba la confianza digital.

Cada nueva función que humaniza la IA hace más difícil distinguir lo real de lo sintético.

Y aunque Sora promete un futuro lleno de creatividad compartida, su impacto en la veracidad audiovisual podría ser tan grande como el salto que supuso ChatGPT en el texto.

De momento, OpenAI sigue ajustando el equilibrio entre inspiración y responsabilidad, consciente de que cualquier error de cálculo podría tener consecuencias globales.

Mientras tanto, los usuarios ya sueñan con ver universos creados íntegramente por IA, donde actores, directores y animadores podrían ser reemplazados por prompts.

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